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El cambio climático y sus consecuencias comienzan a ser una preocupación que gana urgencia entre las distintas naciones del mundo. De ahí que promover la transición de combustibles fósiles a energías renovables esté en la agenda global, aunque no es del todo fácil.
El último reporte sobre inversión de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) señala que ha crecido en casi 50% el capital apostado a energías renovables en el mundo de 2014 a la fecha. Sin embargo, ese incremento en la inversión se ha dado solamente en los países con economías más desarrolladas, mientras que en los mercados emergentes se ha mantenido prácticamente igual en estos ocho años.
Por si fuera poco, según el mismo estudio, en 2022 se ha reportado un incremento en los precios de la tecnología de paneles solares y las baterías de litio. Esto vuelve aún más complicado para los países emergentes invertir en energías renovables.
Además, el reporte señala que la crisis desatada por la invasión rusa a Ucrania ha aumentado la inversión en combustibles fósiles y sobre todo en carbón. De acuerdo con los datos reportados por la AIE, se invirtieron más de 100 billones de dólares en energía a base de carbón en 2021 y se estima que para 2022 sean más de 110 billones. No obstante, la inversión en energía solar fue mayor que en carbón. En 2021 fue de más de 220 billones de dólares, y la AIE espera un incremento para este año.
Sin embargo, y más en el contexto del conflicto bélico ruso que puso en jaque el sistema energético mundial, el reporte señala un riesgo respecto a la energía solar. La propia IEA encontró que la participación de China en la cadena de producción de energía solar supera 80%, y en algunas etapas podría llegar hasta 95% para 2025. El mundo dependerá casi por completo de China para el suministro de componentes clave para la producción de paneles solares hasta ese año. Este nivel de concentración en cualquier cadena de suministro global representaría una vulnerabilidad considerable.
El ejemplo de la energía solar muestra que la transición energética no es solo un tema de voluntad, pero la crisis climática exige actuar rápido y crear incentivos para la inversión en fuentes renovables.
Owen Gaffney, analista del Centro de Resiliencia de Estocolmo, señala que es preciso aplicar políticas públicas que permitan reducir los shocks asociados a cambiar estos grandes sistemas, como el energético. Más aún, recuerda que no se trata de encontrar el hilo negro, pues ya hay ejemplos en el pasado que se pueden retomar.
“Esta es la cosa: reducir la vulnerabilidad a los shocks, por ejemplo, de iniciar la revolución energética o alimentaria. El sistema energético es la base de las economías industrializadas y necesita ser superado para dejar atrás los combustibles fósiles en muy poco tiempo. Grandes industrias, como la del carbón y el petróleo, van a tener que contraerse y después desaparecer”, señala Gaffney en un comentario publicado por Project Syndicate. “La agricultura, el transporte y otros sectores necesitarán cambiar radicalmente para volverse más sustentables y resilientes. De ahí que el reto para los políticos sea claro: deben crear políticas justas que protejan a las personas de estos shocks inevitables”, añade.
Un ejemplo de las políticas que menciona el analista es el fondo ciudadano. Se trata de construir un fondo mediante el cobro a empresas que emiten gases de efecto invernadero y que ese dinero después pueda ser dado a la ciudadanía para que le sirva como colchón al momento de atravesar una transición o un shock importante. Aunque esto puede sonar utópico, Gaffney recuerda que ocurre en Alaska desde 1976.
Según Gaffney, esa idea del fondo ciudadano generará incentivos para innovar en energías menos contaminantes, porque pueden llegar a abaratarse, y al mismo tiempo brindará margen de maniobra a los gobiernos para enfrentar tanto efectos del cambio climático como las consecuencias de ese cambio tecnológico.
Ahora bien, escribirlo es simple, pero hacerlo no lo es tanto. Sin embargo, la premura que ejerce el cambio climático sobre la sociedad global debe llevarnos a entender que llevar a cabo la transición energética puede ser costoso, pero no completarla lo será más.
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