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La historia del VIF está marcada por las crisis, porque es en esos momentos cuando se vuelve esencial echar mano del conocimiento para crear oportunidades. La primera edición del VIF surge en 2008, apenas antes de la crisis financiera de 2009. Buscábamos en aquel momento entender de qué tamaño era la tormenta que se avecinaba, y por ello trajimos a inversionistas de relevancia global que pudieran darnos claridad sobre lo que estaba por venir en las instituciones financieras de Estados Unidos y el resto del mundo. Fue un momento clave para revisar los fundamentos de nuestra industria, pero también un ejemplo de que era posible, con ayuda del conocimiento, adelantarse a las catástrofes para mitigar su impacto.
En la segunda etapa del VIF, la crisis económica que había azotado el mundo a finales de la primera década de este siglo había cambiado por completo el panorama, tal y como habían advertido los inversionistas y ponentes de los inicios del VIF. Ahora no solo era conveniente entender cómo se gestó la crisis, sino cómo empezar a salir de ella, y por eso hicimos posible el diálogo y la reflexión entre los principales actores de la región y quienes dirigieron el timón de la economía mundial en los días más difíciles.
Gracias a testimonios como los de John Mack y Hank Paulson pudimos conocer de primera mano dónde fue que el mundo se quebró y por dónde era posible empezar a repararlo. Además, entendimos que la ruptura generada no era solo un asunto de dinero, sino de pérdida de confianza en las instituciones y las autoridades. Se nos hacía evidente que las recetas para un mejor futuro no estaban contenidas en la fronteras de los países, sino que requerían de un diálogo global. En ese momento, el VIF se abría como uno de los espacios internacionales para entablar esas conexiones necesarias en el mundo de las inversiones.
Sin embargo, permanecer quieto nunca ha formado parte del ADN de este proyecto, y por ello nos planteamos ir más allá.
De entrada, nos dimos cuenta de que no era suficiente concebir las finanzas como un lenguaje que no se comunica con el resto de la realidad. Desde 2011 comenzamos a alertar sobre cómo la desconexión entre el mundo de la economía y las inversiones con los problemas sociales podría traer consecuencias para la democracia, como ha sido el alza de gobiernos populistas de derecha e izquierda en todo el mundo. Comenzamos a plantearnos cómo hablar, desde el lenguaje financiero, de problemas que nos atañen a todos y que tienen que ver con la injusticia social, las inequidades, las fallas en los gobiernos, la crisis climática, entre muchos otros. Provocamos conversaciones entre activistas, políticos, empresarios y académicos, en un contexto en el que hacerlo parecía una especie de tabú o una línea imposible de transgredir. El resultado fue la generación de una comunidad diversa que era capaz de plantear argumentos claros para motivar al capital a invertir en soluciones a problemas sociales.
No obstante, el cambio muy pronto volvió a tocar a nuestra puerta. A finales de 2019 comenzó a propagarse en Asia un nuevo virus, el SARS-CoV-2, que ocasiona el covid-19, y para la primera mitad de 2020 ya era una pandemia mundial. El mundo acelerado y pujante que conocíamos se detuvo. La vida en espacios públicos y en contacto con otras personas quedó confinada a las pantallas. Es por eso que, en 2022, desde el VIF, quisimos replantear nuestro rol en la nueva normalidad.
Comenzamos por mirar nuestra historia. En el pasado, el VIF había acercado tres elementos a las mesas de discusión más importantes: ponentes que ofrecían información rigurosa; actores políticos y del mundo de las inversiones que estuvieron a cargo de suturar los quiebres en la confianza de las instituciones, y debates que, por la diversidad de sus actores, parecían impensables.
En esta nueva etapa quisimos tomar como punto de partida lo aprendido y llegamos a la conclusión de que el VIF tiene tres componentes: ideas, diálogos y comunidad.
La idea que mueve al VIF es hoy aún más relevante que cuando empezamos este proyecto. Se trata de la noción que dicta que para que cualquier persona pueda tomar control de sus inversiones necesita tener información valiosa, accesible y verificada. Esa herramienta existe, pero solo unos pocos tienen acceso a ella, y por eso queremos que el VIF ayude a distribuir ese conocimiento. Hacerlo no solo enriquecerá el mundo de las inversiones, sino que se trata de un servicio urgente y necesario en un mundo donde la propagación virulenta de información falsa ha traído consigo el debilitamiento de las democracias y la sociedad.
El segundo punto es el diálogo. Precisamente ese mar de información falsa nos ha aislado y encasillado en procesos de polarización que insisten en que el mundo se puede entender en blanco y negro. Nada está más alejado de la realidad, y un inversionista inteligente debe aprender a leer entre líneas y distinguir los matices. Creemos en el diálogo como la vía para volver a mirar la escala de grises que enriquece nuestro mundo y de ese modo empezar a imaginar soluciones a los problemas de nuestro presente. Los retos exigen trabajar en colaboración, y seguir en un juego de bandos enfrentados solo nos llevará a perder tiempo que ya no tenemos.
Finalmente, el VIF aspira a construir una comunidad cada vez más grande. Sin embargo, no pensamos en esta comunidad solo en términos de volumen de personas, buscamos un perfil específico. Creemos que para que las buenas inversiones sean un motor de cambio es preciso que seamos más vocales con sus implicaciones, es decir, estamos convencidos de que somos más y más las personas que sabemos que las inversiones realmente importantes trascienden el dinero y queremos que este medio sirva para amplificar ese mensaje. De ese modo podremos transformar nuestra industria e inspirar a otros sectores de la economía del mundo.
Sabemos que consolidar estos tres elementos no es tarea fácil, no lo era antes y definitivamente no lo es ahora. Sin embargo, nunca nos propusimos que el VIF existiera para resolver los retos sencillos, porque como inversionistas sabemos que el mundo y sus problemas son complejos.
Este nuevo VIF retoma los atributos más preciados del perfil de un inversionista: la capacidad de obtener información valiosa para actuar de cara al futuro; la paciencia y la madurez de ver en el diálogo la puerta para tener una visión más amplia y diversa del mundo, y la experiencia para saber que las ideas transformadoras no surgen de individuos aislados, sino de comunidades sólidas.
Hoy una nueva crisis nos convoca a actuar como inversionistas y asumir riesgos inteligentes: este VIF es el primer paso.
Luego de la crisis económica que ocasionó la pandemia, el futuro se inclina hacia la digitalización del trabajo y, por ende, la del dinero.
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